10/2/06

10/02/06 (12:20 – 12:50) - UN PASEO METROPOLITANO

10 de febrero de 2006. Tras casi una hora de paseo por Madrid quiero reflexionar mil y una cosas. He visto e intentado observar a lo que me rodea. Y ahora me encuentro sentado en un banco de Plaza de España, casi enfrente del gran maestro literario español, Miguel de Cervantes. Ha habido demasiadas cosas que no me han gustado. Y me siento extraño ante estas, pues ocurren día tras día delante de nuestras narices y no les prestamos atención.

El camino comenzó en Ciudad Universitaria. Esta zona representa el futuro de nuestra ciudad, nuestra comunidad, nuestro país y, porque no, de nuestro mundo. Pero recordando lo que he observado siento u poco de miedo por la posibilidad que pasa por mi cabeza de lo que se nos puede avecinar. Grupos de gente, intentando aparentar normalidad, pero el estrés se palpa en el ambiente debido a los exámenes. Repasos de ultima hora, dudas que resolver, revuelo de apuntes… Pero ante todo apariencia de normalidad y tranquilidad. Vivimos en una sociedad en la que prestamos tan poca importancia a las emociones que tenemos miedo a expresarlas al completo. Cada persona a su vez intenta mostrar que puede mejorarse y ser único, aunque siempre termina siendo una célula más del cuerpo social, por lo que es semejante al resto en cierta medida.

Tras un trayecto tranquilo, con escasos cruces con personas se llega a un punto neurálgico de esta metrópolis, Moncloa. Ir y venir continuo de gente buscando las diferentes comunicaciones para desplazarse de un lugar a otro. Y aunque no sea hora punta ves a las personas mimetizadas cada una con los demás, en un intento de pasar desapercibido.

Comienza el camino por la Calle Princesa. Durante el trayecto conté a 7 personas repartiendo propaganda, estaba rodeado de gran cantidad de carteles publicitarios, observe gente limpiando sus establecimientos para mostrar la luminosidad y grandeza de este al mundo. Estoy rodeado de sociedad de la información. Sociedad de las apariencias. La gente intenta pasar desapercibida mientras van andando a su destino. Nadie quiere llamar la atención, y a la vez la mayoría de las personas intenta mostrar su grandeza con su aspecto exterior. Visten “lujosos” abrigos, una moderna gafa, minimalistas bolsos, visten sus pies con ceñidos zapatos… Parsimonia social que a la vez tiene una gran multiculturalidad, multicoloridad e incluso multieconomicidad que le aportan algo de esperanza al futuro de poder continuar evolucionando.

Por otro lado, como ya comente, nos encontramos en la sociedad de la información. Y la principal información que nos entra por los ojos es en forma de publicidad. Tanto es así que incluso ha afectado a la grandiosa arquitectura de nuestra ciudad. Esta la ha convertido en una metrópolis debido a la pelea empresarial y económica por conseguir llamar la atención del transeúnte (un posible cliente en potencia) mas que la competencia. En ciertas zonas de la ciudad no se pueden apreciar la grandeza de los edificios que crearon nuestros antepasados para darle status de metrópolis. Ahora, para ello hay que levantar la mirada, e incluso la cabeza, para así no ver los grandes carteles publicitarios que inundan nuestra visión a la altura de nuestros ojos. Todos estos carteles intentan introducirnos en nuestra mente la idea del consumismo por nuestros ojos. La publicidad crea esa gran carrera social por llegar a ser el mejor antes que nadie, pero a la vez querer pasar desapercibido para no mostrar ser extremadamente diferente.

Prestamos demasiada importancia a nuestros semejantes, otorgando solo importancia al aspecto, a las apariencias. Y no atendemos a conocer lo que existe dentro de cada persona. Sus emociones, sus sentimientos, sus pensamientos, sus virtudes y sus defectos. Esas son las cosas que nos pueden llegar a definir verdaderamente, y no tomar como principal definición los prejuicios o primeras impresiones que tantas veces realizamos.

Para culminar mi paseo llegue a Plaza de España, donde como ya dije me encuentro escribiendo, para poder dar rienda suelta a lo que revolotea por mi cabeza. En este rato escribiendo, una escasa media hora, he prestado más atención a mi mente, mi bolígrafo y mi papel que a las personas que se cruzaban. Pero cuando de vez en cuando alzaba la vista para observar o recordar me he percatado que muy pocas personas han prestado atención a lo que estaba realizando, cosa tan inusual, pero claro sin importancia. ¿Pues que importancia e interés puede suscitar una mente solitaria y juvenil que vagabundea sin sentido? Pues para muchas personas ninguna. Pero yo creo que puedo aportar grandes cosas, y que quizá intente conseguir llevarlas a cabo escribiendo estos párrafos. Por lo tanto, aunque ha nadie le importe, yo me preocupo por mi mismo y por los que me rodean.